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JOSÉ MARTÍN RECUERDA



        Con buen criterio el Ayuntamiento de Motril acordó rendir homenaje al dramaturgo José Martín Recuerda a quien se dedicaron una serie de actos a comienzos de mes. Oportuna decisión que pone de manifiesto otra sensibilidad y otra actitud con respecto a quienes consagran su vida y su esfuerzo a la impagable labor de la creación literaria. Es ahora, en pleno proceso de escritura, cuando debe ser valorada y destacada socialmente una trayectoria y no cuando ésta se haya cumplido. El mérito radica en ese decantarse de las generaciones para reconocer como suyos a este dramaturgo o a aquel juglar y estimarlos como intérpretes de una época. Eso indica madurez, previsión y compromiso con el futuro. Lo decía con toda claridad José Monleón en su magnífica conferencia, a la que luego aludiré: una apuesta política de progreso que pretenda mantener el llamado estado de bienestar debe creer en la cultura como un bien de primer orden, y han de incluirse, necesariamente, la cultura y la educación en ese concepto y en ese proyecto de bienestar. ¿Adónde va el lerdo satisfecho, qué capacidad crítica podrá tener si sólo ha quedado reducido a mera pieza en el engranaje del consumo?
       El bienestar implica cultura y conocimiento, si no es así no podrá serlo nunca. Por eso ¿valoraremos lo suficiente este tipo de actos que subrayan la labor meritoria de un creador, de un investigador, de un artista? Una sociedad no puede estar tan entretenida con el deporte, siempre mirando el juego de los otros, y más que el juego las intrigas, las corruptelas, las zafiedades que lo rodean las más de las veces. Las generaciones están comprometidas con el futuro, por eso es trascendental nutrir el presente para construirlo.
       En este sentido me pareció tan oportuno el reconocimiento a Martín Recuerda y tan bien trazados los actos dedicados a su homenaje: una conferencia, una reedición de su obra La llanura y un par de representaciones de ¿Quién quiere una copla del Arcipreste de Hita? en el Teatro Calderón. Allí mismo se le impondría la medalla de oro de la ciudad en un acto de lo más emotivo, según me cuentan.

LA OBRA DE MARTÍN RECUERDA EN
EL TEATRO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO


       Comenzó la semana de homenaje con la conferencia de José Monleón sobre la dramaturgia de Martín Recuerda. El título de la misma, que reza en el epígrafe, da idea del interés de esa lección que no me perdí. Monleón, uno de nuestros más reputados especialistas en teatro español, ha seguido de cerca la obra del autor granadino y supo trazar con verdadero acierto su trayectoria y ahondar en los valores de la misma. Abocetó primero el panorama del teatro de la posguerra y defendió la aportación de Martín Recuerda como uno de los primeros intentos serios de llevar a cabo en la escena española un teatro rebelde, que exigía la devolución de la realidad secuestrada por el espectáculo banal o la censura. En este sentido fue muy interesante su matización al término teatro realista, del que fue mentor, para estas obras de Martín Recuerda, Buero, Olmo, Rodríguez Méndez, etc. Su significación está ligada justamente a la idea anterior de reclamo de la realidad como materia para el drama, frente al teatro burgués de contenidos escapistas, si bien no dejaba de reconocer que muchas de las obras de esta última tendencia hacen gala de un equilibrio constructivo y de un lenguaje dramático impecables, es decir, son también buena literatura. Pero frente a esa armonía, esa contención, esa exhibición de ingenio estaba este otro teatro pasional, visceral, este teatro conectado con el drama coral que arranca de la Grecia clásica.
       Es difícil abordar de forma global una trayectoria dramática tan compleja y tan jalonada de hitos importantes, sin embargo Monleón dio un repaso bastante completo a los grandes núcleos significativos del teatro de Martín Recuerda. Condensó sus reflexiones tras matizar el significado del término generación realista que había acuñado, en torno a esa primera etapa de la obra del autor granadino que él denomina teatro de la agonía y defendió que de éste teatro pasará el dramaturgo a un teatro del grito, como consecuencia de su reflexión sobre la realidad del teatro y la realidad social que le tocó vivir. Es decir: se detuvo en ese tránsito del teatro de la agonía al teatro de la rebeldía. Habló más tarde de las divergencias con la obra de Lorca y de algunas coincidencias generales inevitables en voces que nacen en un mismo territorio y en el entorno de una misma tradición cultural. Tal vez la proximidad más evidente radique en esa concepción pulsiva del teatro frente a otras fórmulas cartesianas.
       Evocó, en fin, la etapa de teatro universitario y habló de la importancia de la mujer como personaje dramático en su obra, entre otros temas referidos a piezas puntuales. Quizá faltó sólo tratar la vertiente americanista de su teatro y ese otro conjunto de obras escritas en su periodo castellano, en las que es frecuente el homenaje a la Literatura, aunque no dejó de puntualizar Monleón el hecho de que Martín Recuerda da muestras de una actitud inaugural en el trato con los clásicos, en el sentido de propiciar una relectura desde la libertad de creación y la interpretación subjetiva y vital, esencialmente actualizadora de sus mensajes.
       Agudísimas las observaciones de Monleón. Sólo desde un profundo conocimiento del teatro es posible trazar esa imagen esencial de un dramaturgo. Y al parecer del público, que seguía embelesado sus palabras, y mío propio, consiguió el objetivo. La charla tuvo lugar el martes día cinco en la sala de exposiciones en donde mostraba su obra el pintor Mario Barahona. La mesa integrada por el Concejal de Educación y Cultura, el conferenciante y Ángel Cobo, que fue el presentador de Monleón estaba situada de forma singular: detrás de ella pendía un cuadro titulado Los poderes fácticos y, curiosamente, la denuncia de esos poderes es, con frecuencia, la que se hace manifiesta en muchos de los dramas del teatro que se comentaba. A modo de ilustración, allí aparecían personificados, cubiertas sus bocas y sus manos por vendas de niebla.

REEDICIÓN Y PRESENTACIÓN DE LA LLANURA


       Al día siguiente se presentó la reedición de La llanura en su última y definitiva versión. Se hizo en la misma sala y fue Ángel Cobo quien se encargó de situar la obra en su contexto y de avanzar el alcance de la misma así como de dejar constancia de la valentía del autor al anticipar casi de un modo suicida su credo ético y estético en aquellos años de censura y persecución. El texto inicia la colección Medalla de Oro y aparece precedido de unas palabras de justificación del Alcalde. Tras ellas la Intro-ducción de Ángel Cobo en la que incluye un interesante apartado "Para una posible puesta en escena de La llanura" en el que sugiere "las principales líneas expresivas en el posible montaje de la obra". Además del "Apunte biográfico-creador" y de la versión final del drama, se complementa la edición con una "Bibliografía" del escritor, actualizada en todos sus apartados. Otra novedad importante supuso el conocimiento de los procesos de fiscalización y censura a los que se vio sometido Martín Recuerda. A este respecto Ángel Cobo leyó varias cartas relacionadas con el estreno de la obra, como por ejemplo la que escribió el Jefe del Sindicato Español Universitario de Granada, Narciso L. Murillo Ferrol al Jefe Nacional de Censura en Madrid, José M. Ortiz. De ella reproduzco, por su indudable interés, algunos párrafos: "Distinguido señor: El pasado día 15 se estrenó La llanura, fue el estreno -como le dije- patrocinado por nuestro gobernador civil. Las impresiones son magníficas. La obra impresionó profundamente y en el ánimo de todos está Martín Recuerda, como auténtico valor que ha de hacer mucho por nuestro teatro. Creo que con el estreno de La llanura el SEU se ha honrado y ha atraído para sí a un gran sector de gente. Cambié en los entreactos, impresiones con nuestras primeras autoridades: sólo se les ocurría comparar a Martín Recuerda con los grandes autores de la dramática universal. Todos encontraron el segundo acto sublime." Y sigue diciendo el jefe del Sindicato: "El estreno ha sido una gran experiencia para todos, y yo, aterrado por la enorme fuerza dramática de la obra, creo positivamente que estaba ante la presencia de algo con personalidad, totalmente nuevo.". La carta está fechada el 19 de enero de 1954 y es uno de los muchos documentos que ponen de manifiesto esa paradójica y serpenteante manera de abrirse camino el dramaturgo, sorteando la dificultades de la censura, bien que pagando caras sus consecuencias en mutilación y recorte de sus textos.
       Terminó Ángel Cobo su presentación llevando a cabo un comentario crítico de la bibliografía del escritor. Tras la intervención de Ángel Cobo el propio Martín Recuerda leyó el pasaje de la pieza en el que dialogan una Voz con la Madre y que cierra el segundo acto. Lo hizo con tal emoción y tal sentimiento que toda la sala estaba cautivada oyendo las palabras del dramaturgo a quien se le premió con un aplauso largo de varios minutos. Segunda noche inolvidable por el acontecimiento editorial y por el modo en que pudo vivirse el hecho. Al final los asistentes felicitaron al autor, que firmó su obra a numerosos lectores.

¿QUIÉN QUIERE UNA COPLA DEL ARCIPRESTE DE HITA?


       El jueves siete, Producciones Teatrales Complutenses representó en el Teatro Calderón la obra ¿Quién quiere una copla del Arcipreste de Hita?, bajo la dirección de Ángel Cobo. Fueron dos las funciones: una matinal, dedicada a estudiantes, que la vieron de forma gratuita, y otra a las nueve de la noche para el resto del público. Acudí a ambas y comparé para mí las dos represen-taciones. Por la mañana fue el estrépito del público juvenil que llenó el Teatro. Se repartieron cupos de entradas para todos los centros y más tarde de lo previsto, poco antes de la una, comenzó la puesta en escena, tras una espera de tres cuartos de hora. Yo disfruté con la versión que ofrecía el grupo y la adaptación de Ángel Cobo, plena de recursos de verdadero arte dramático. Tal vez, en la matinal se acusaba un poco el cansancio del viaje y el ritmo fue algo lento. Las luces no terminaron de cuajar y la apoyatura fónica (campanas, música sacra) tampoco entró en su momento. Pero, en conjunto, la actuación actoral fue aceptable y pude comprobar que llegaba a los jóvenes. Los estudiantes reconocían los fragmentos más significativos del Libro de Buen Amor y reían la picardía de sus contenidos y la gracia con que se hacían manifiestas las críticas del Arcipreste. La representación de la noche fue más ágil si bien fue muy escaso el público que acudió al teatro. Se competía, según me dijeron, con una macrocena conmemorativa del Día de la mujer y con un partido internacional, lo que no es poco.

       ¿Quién quiere una copla del Arcipreste de Hita? fue estrenada a finales de 1965 en el Teatro Español de Madrid, bajo la dirección de Adolfo Marsillach. Su estreno, a pesar de los recortes de la censura, y de los numerosos ataques al autor y al director, supuso la puesta en escena de un nuevo modelo de entendimiento teatral: el teatro total. Con ella Martín Recuerda daba ejemplo de cómo acercarse a un autor clásico, como el Arcipreste, a través de su obra cumbre El Libro de Buen Amor, al tiempo que daba nueva vida al Arcipreste y evocaba su memoria a través de un espectáculo en que el se sumaban la palabra, la música, la luz, la escenografía, signos múltiples de una verdad dramática, históricamente actualizada. En el programa de mano de su estreno en Madrid, escribía Martín Recuerda: "He intentado volcar en él [el Arcipreste] y en el ambiente que le rodeara, mucho del sentir de la España de siempre. He creído caminar irremediablemente unido a las ideas de Américo Castro y Pérez Minick sobre la explicación de nuestro Arcipreste de Hita y nuestra picaresca, y la falta de asiento del español desde la Edad Media a nuestros días. He creído caminar, sobre todo, unido al espíritu de aquel que se dio cuenta de que la obra literaria española tenía que ser mezcla de fuertes contrastes, y que en estos contrastes estaba su mayor acierto... Pero lo más importante para mí, es que estas coplas de nuestro clásico no se olviden y vuelvan a llegar vivas al pueblo de donde él las recogiera. Pensando en ese pueblo construí todos estos sucedidos imaginarios sobre el Arcipreste de Hita, inspirados en el Libro de Buen Amor...". Y, en efecto, el contraste, el sentido de la fiesta en sus vertientes sacra y profana, los planos simbólicos del loco amor y del buen amor, en continuo vaivén a lo largo de toda la representación y la ambiciosa construcción dramática de la pieza que requiere de una multiplicidad de planos difícil de conseguir con los presupuestos que se manejan actualmente, se han vuelto a coronar dignamente esta otra vez.


ANGEL COBO

       Por tales razones Ángel Cobo ha planteado una fórmula en la que, dando a conocer el texto sin los recortes de la censura, condensa el elenco de actores de medio centenar en doce y reduce la diversidad de planos a un espacio único con elementos cambiantes y adaptables a los lugares sagrados (sacristía, claustro, capilla, procesión de penitentes) y los espacios profanos (bodega, mesón, plaza, casa de doña Endrina, etc.). El fondo del escenario ofrece unas arcadas en tríptico que se constituyen en el eje de la ambientación. Se complementa ésta con una serie de palos laterales (que sustituyen a paneles con decorados en bajorrelieve previstos en una primera conformación escénica) y con tarimas de distintas alturas que se disponen con funciones diversas según exige la acción dramática.
       La aventura goliárdica de Juan Ruiz es la que hilvana las distintas escenas en una sucesión de cuadros que nos devuelven a los tiempos del medioevo en los que las denuncias de las coplas sobre la corrupción, la intolerancia o el fanatismo encuentran eco en nuestro presente y un paralelismo inquietante. Los actores demostraron interés y poder de convicción en sus interpretaciones. Me gustaron especialmente los legos Javier Losán y Juan Sanjosé y todos los papeles femeninos. De entre ellos recuerdo de forma singular la actuación de Chiqui Fernández, Yolanda Frutos y Marisa Segovia, y la muy digna interpretación de Isabel de Antonio en el papel de Trotaconventos. Inolvidable el arranque de la obra, previo a la llegada del Arcipreste, en el que destacan José María Ureta, Javier Páez y Mariano García Espada. Quizá la figura con algo menos de fuerza me pareció la que encarnaba Guillermo Baeza. Creo que le faltó más nervio, más desgarro, más pasión y picardía en su dicción de los textos, que olvidaba con frecuencia.
       El vestuario muy convincente y resuelto con gracia y estilo. Los recursos para las escenas con las Serranas simulando el paso de montaña, o el aplicado a las vecinas o el que se emplea para conformar el jardín de Doña Endrina, fueron ejemplos de esencialización y de agilidad a la hora de buscar soluciones imaginativas y operantes en el desarrollo del drama. Otra noche grande para el recuerdo y la memoria de este Teatro Calderón que vamos entrañando cada vez más, a medida que van resonando en él las voces más sabias de nuestra dramaturgia.

LA MEDALLA DE ORO DE LA CIUDAD


       En la noche del domingo día diez se le otorgaba al escritor la Medalla de Oro de la Ciudad. El hecho tuvo lugar en el transcurso de un acto solemne en el que tomaron parte el Concejal de Cultura Manuel Domínguez, el Delegado de Gobernación de la Junta de Andalucía en Granada, Juan Ruiz y el propio Martín Recuerda quien recordó su larga relación con Motril y evocó momentos de su vida en esta costa, plenos de emotividad. También eligió hablar de La Caramba, emblema sentido de la ciudad para el dramaturgo y heroína de una de sus últimas obras, recién terminada. Finalizó el acto el Alcalde quien le impuso la medalla al homenajeado entre el calor de los asistentes. Muchos asistentes en el acto político y protocolario al que no pude acudir y pocos en la función dramática en la que se podía admirar la obra viva del creador. No deja de ser paradójico, pienso para mis adentros.

JOSÉ LUPIÁÑEZ
Semanario El Faro.
Motril, 19 marzo 1996


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