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BARRY GIFFORD

       Barry Gifford, que se había dado a conocer como poeta y como novelista con A boy’s novel, despertó mayor interés a raíz de la publicación de La historia de Sailor y Lula, de la que partió el director de cine David Lynch para su película Corazón salvaje. La sensorialidad, la truculencia y un modo de contar descarnado y directo, que no rechaza las dimensiones mágicas de la existencia aúnan, sin lugar a dudas, a ambos creadores.
       Perdita Durango figuraba ya en La historia de Sailor y Lula como personaje de segundo orden, que ahora recupera Gifford para convertirla en la protagonista de esta nueva historia. La novela recrea la aventura trepidante de una mujer latina, “medio texana, medio mexicana”, que se convierte en la amante y cómplice de Romeo Dolorosa, héroe mafioso y santero, oficiante de extraños rituales mágicos y caníbales.
       El marco narrativo lo constituye la frontera entre México y Estados Unidos, serpenteada por los personajes en un zigzag dramático. Existe por parte de Gifford una fascinación por los héroes latinos, despiadados y vehementes, obsesivos y rebeldes, marcados por un componente trágico que subraya el vitalismo de sus caracteres. Esta fascinación llega hasta el propio lenguaje, que se ve salpicado de expresiones y términos en español. Frente a ellos los integrantes de la trama se desdibujan en una serie de actitudes blandas, dóciles, faltas de originalidad, de genio. Dos culturas se contraponen en la frontera, en


CARTEL DE LA PELÍCULA DE ALEX DE LA IGLESIA INSPIRADA EN LA NOVELA.

una visión desengañada de lo real, que escoge para definirse un cierto tremendismo disparatado e incesante. La historia se articula partiendo de una sucesiva y fulgurante acumulación de escenas breves con las que se construye, finalmente, un panorama de la realidad fronteriza. Se maneja un código realista y provocador que usa instintivamente del diálogo rápido y superficial, del feísmo como fórmula o que echa mano del nomenclátor mítico de marcas, lugares, productos y objetos comerciales. Se persigue, en definitiva, confrontar dos lecturas distintas de la realidad: la de una cultura sometida, retrasada, supersticiosa y violenta por naturaleza, cuya misión primordial parece consistir en minar los fundamentos de la otra —la anglosajona— y atentar sistemáticamente por pura autodefensa, contra su bienestar y su molicie: "Vamos a enseñaros dónde vive el pueblo. Little Star. Es un sito del que hablaréis, tal vez en el próximo picnic familiar, ante todas las pequeñas Etrellitas y Duanes y todo lo demás, mientras bebéis matarratas y coméis tarta y melón. Podría ser el Cuatro de Julio, por ejemplo" (Pág, 45).
       El sexo, en ningún momento trascendentalizado, sino entendido como pulsión biológica y primaria; la muerte y sus cultos depravados, aparecen referidos aquí con las claves de la mejor novela negra. La mafia y sus negocios oscuros en los que participan ambos protagonistas al transportar una tonelada de placenta humana para productos cosméticos ilegales; los rituales malditos, como el que oficia Romeo Dolorosa y en el que acaba devorando a un niño mexicano, al que arranca el corazón que alza como trofeo; las nostálgicas evocaciones del cine, el alcohol, las drogas y una galería de individuos vulgares —Manny Flynn, Reggie, Eddie Reyes, Rip Ford, etc.— pero intensamente verdaderos si se les aplica, como hace Gifford, un cristal de aumento que convierte sus tics o sus manías o sus "insignificantes" historias en enxiemplos para una reflexión sobre el comportamiento de los seres en una situación de desventaja y disparidad vital que complica la frontera, he aquí algunos de los ejes temáticos que jalonan el relato.
       Las vicisitudes de Perdita Durango, que fuma interminablemente cigarrillos rubios a lo largo de toda la obra, y de Romeo, las comparten, como víctimas, dos jóvenes estudiantes americanos, arquetipos de la familia media y símbolos, por tanto, de ese estrato sociológico e ideológico del sistema al que más violentamente se pulveriza. Ambos, Stelle Satisfy y Duane Orel, acompañarán por ese itinerario, siempre fuera de la ley, a Perdita y Romeo como rehenes eróticos. Un puñado de vidas sin rumbo se juntan aquí para dar, a través de las páginas de esta novela, testimonio de una cultura en crisis que comienza a ser definida sistemáticamente desde las lindes de lo marginal, de lo prohibido, de la doble moral consentida.
       Perdita, la fascinante mujer chicana, despiadada y hermosa, abre y cierra el texto con los encuentros intrascendentes de Manny Flynn y Shorty, respectivamente. Entre ambos fluye la vertiginosa experiencia que comparte con Romeo y que acabará con la muerte de éste en un encuentro fatal con Reggie y la policía. Historia trepidante pues, que sigue abierta favoreciendo la continuidad de la saga.

JOSÉ LUPIÁÑEZ
Diario CÓRDOBA
Suplemento CUADERNOS DEL SUR
Córdoba, 10 septiembre 1992




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