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ITALO CALVINO


       Las Ediciones Siruela en su colección “Libros del Tiempo”, ha marcado una importante reivindicación del escritor Italo Calvino, publicando como número inicial de la misma el manifiesto que constituye sus Seis propuestas para el próximo milenio, al que han seguido otras obras fundamentales del escritor: El barón rampante, El Caballero inexistente, y más recientemente El Castillo de los destinos cruzados, todas ellas instaladas en esa otra faceta creativa del autor que se reafirma en la fabulación mítica, en la fantasía alegórica, lejana de sus posiciones iniciales, más próximas al compromiso neorrealista.
       La línea editorial de Siruela ha marcado, pues, esta remozada curiosidad por un autor raro, al que cierta crítica no acababa de asimilar, sobre todo por la defensa que su obra manifiesta de un mundo galante y aristocrático, que entronca con la tradición literaria de la Provenza y la novela caballeresca. Muchos vieron en estas propuestas de Calvino que el escritor saltaba desde unos límites más convencionales a una literatura excesivamente peligrosa, con matices visionarios y resabios de la tradición esotérica algo incómodos, que se apresuraron a calificar de pretenciosos o anacrónicos.


NUEVA EDICIÓN

       Dejando al margen sus programáticas Seis propuestas y el ciclo I miei antenati, El castillo de los destinos cruzados nos ofrece un buen ejemplo de cuanto venimos afirmando. Calvino la consideraba una de sus mejores obras, y la excelente edición que de la misma realiza Siruela, con traducción impecable de Aurora Bernárdez, nos permite algunas reflexiones.
       En una Nota final que se incorpora a la edición el propio Italo Calvino desentraña el proceso de gestación de su obra, componente esencial en este caso, que nos permite ver el sentido experimentalista en su juego de arquitecturas. El autor parte de la utilización de tarots a modo de “máquina narrativa combinatoria, siguiendo una idea que le sugiere Paolo Fabbri, de tal manera que la sucesión “al azar” de los arquetipos traza las historias que se entrecruzan.
       El libro se compone de dos relatos complementarios, que pueden ser considerados también de forma independiente: «El castillo de los destinos cruzados» y «La taberna de los destinos cruzados». Ambos surgen a partir de dos barajas distintas de tarots: el primero de la de Visconti, todo un mundo de miniaturas cuatrocentistas; el segundo de la del mazo marsellés, menos refinado y de corte más popular.
       En efecto, la tesis central que defiende Ricardo Llopesa en su trabajo introductorio es la reivindicación de la influencia del escritor franco-argentino Paul Groussac y la de su compatriota Santiago Estrada en el surgimiento de la


SÍMBOLOS Y NAIPES

       Se trata de una experiencia semiótica endiablada, en la que el autor produce parábolas simbólicas apoyándose en un culturalismo tomado desde la vertiente más fantasiosa. En este sentido afirma Calvino: “he retenido sobre todo la idea de que el significado de cada carta individual depende del lugar que ocupa en la sucesión de las cartas que la preceden y la siguen: a partir de esta idea me he movido de manera autónonma, según las exigencias internas de mi texto”. Y más adelante, también en la misma Nota: “Me he aplicado sobre todo a mirar los tarots con atención, con la mirada de quien no sabe qué son, y a extraer de ellos sugestiones y asociaciones, a interpretarlos según una iconología imaginaria”. Estos esquemas confieren al autor una libertad de movimientos en el terreno de la fabulación que lo hace aproximarse al tipo de relato infinito, pero al mismo tiempo lo sujeta a la fidelidad de las simetrías arquitectónicas que hacen posible el entrecruce de los personajes y de las historias.


TAROT DE VISCONTI

       La trama argumental nos refiere la historia de un caballero que tras cruzar un bosque llega a un castillo que se le aparece como una rica corte y una posada al mismo tiempo. Lujo y licencia imperan en él, elegancia y finura, pero también abandono y promiscuidad: castillo y taberna a la vez… (Quizá esta simetría podría haberse aprovechado más en la conjunción de los relatos para obtener así una segunda parte más deslumbrante y sorpresiva). Un hecho llama la atención en el interior de este castillo: todos sus huéspedes han perdido la voz: “Pero en aquella mesa, a diferencia de lo que ocurre siempre en las posadas y aun en los palacios, nadie decía una palabra. Cuando uno de los huéspedes quería pedir al vecino que le pasase la sal o el jengibre, lo hacía con un gesto, y también con gestos se dirigía a los criados para que le cortasen una porción de timbal de faisán o le escanciaran media pinta de vino”. Esta es sin duda una de las técnicas narrativas más reiteradas en la obra de Calvino: partir de una situación fantástica que crea un clima de inverosimilitud conectado con lo sobrenatural, con lo mágico, con las facetas ocultas del ser humano, sus sueños y sus imposibles. Esta situación inicial conduce el relato a otras situaciones simbólicas que demuestran el compromiso moral del escritor. A través de la metáfora continuada se propicia una reflexión sobre la comunicación en nuestro tiempo, que aparece por otra parte referenciado con curiosos anacronismos llenos de intención, y que tal vez pretendían conectar con el tercer tempo previsto por Calvino: «El motel de los destinos cruzados».
       El narrador que nos refiere la escena fantástica será quien dé cohesión a los sucesivos relatos que quedarán enmarcados consiguientemente. Se siguen pues técnicas de seriación... El castellano lanza sobre la mesa un mazo de tarots, y este será el elemento material a través del cual el narrador nos interpreta las historias que cada uno de los asistentes va organizando con los naipes. Y así los frisos medievales y renacentistas en los que se narran: la “Historia del ingrato castigado” (el Caballero de Copas) o la “del alquimista que

vendió su alma”, la “Historia de la novia condenada” o la de “Orlando loco de amor”, ejemplos todos de la atmósfera manierista que ha sido a veces comentada con reticencia por la crítica. Giorgio Pullini señala, por ejemplo, en su ensayo La novela italiana de la posguerra (Guadarrama, Madrid, 1969): “Calvino es un poco el Ariosto de nuestra posguerra, y el manierismo de su perfecta armonía puede señalar el punto más elevado de su camino y, al mismo tiempo, la víspera de un peligroso inmovilismo”.
       Los relatos corren al encuentro de otros relatos y quedan amarrados por una supuesta simultaneidad temporal o, más aún por una fusión totalizadora de las historias. En ellas también aparecen las propias reflexiones del escritor incorporadas al texto: sus jadeos en la escritura, en una suerte de discurso o monólogo interior que realiza el personaje narrador tras el que se camufla el propio Calvino: “Y también mi historia está seguramente contenida en ese entrelazamiento de cartas, pasado, presente, futuro, pero ya no sé distinguirla de las otras. El bosque, el Castillo, los tarots me han conducido a esta meta: perder mi historia, confundirla en el polvillo de las historias, librarme de ella”.

       Otro elemento experimental importante en esta obra consiste en la conjunción de imagen y relato. En la edición se van reproduciendo página a página los naipes a los que se refiere la historia que se cuenta, con lo que la lectura se ilustra y el libro, obtiene una dimensión visual de gran poder sugestivo. El díptico abarca pues la plasmación de las cartas de los dos tarots que propician las historias y que condicionan así los planteamientos generales de la narración. La libertad en la interpretación de los naipes hace que no se sigan exclusivamente los significados convencionales de los arquetipos del tarot. Es la sugerencia de las figuras la que acaba por componer las historias El marco caballeresco y medieval de «El Castillo», perfila mejor que el conseguido en «La Taberna» la atmósfera que enmarca los relatos, y señala además otra constante en Calvino, aquella que le hace situar sus fábulas en tramos bien escogidos del devenir de nuestra cultura. Así por ejemplo ocurre en El caballero inexistente, que se desenvuelve en tiempos de caballeros andantes a la busca del Santo Grial, o con El Barón rampante, en plena Ilustración, o con El vizconde demediado, que evoca las luchas entre cristianos y hugonotes, etc. En este sentido, decíamos, aparece más conseguido el primer relato.


TAROT MARSELLÉS

       En lo que respecta al segundo de los textos, — «La Taberna de los desti-nos cruzados», que fue el título originario de la primera parte— el entorno narrativo aparece más difuso. Las historias se suceden sin añadir variantes o componentes novedosos a los sugeridos anteriormente. Fruto de una exégesis tormentosa, con sucesivas recomposi-ciones y desplazamientos significativos, el propio Calvino indica que “no tiene el rigor de El castillo: los narradores no avanzan en línea recta ni según un itinerario regular; son cartas que vuelven a presentarse en todos los relatos y más de una vez en cada uno de ellos. Análogamente el texto escrito puede considerarse como el archivo de los materiales acumulados poco a poco, a través de estratificaciones sucesivas de interpretaciones iconológicas, de humores temperamentales, de intenciones ideológicas, de opciones estilísticas. Si me decido a publicar La taberna de los destinos cruzados es, sobre todo, para librarme de ella”.
       Esta obsesión por salir del laberinto que ha suscitado la gestación de las historias, su paulatina autonomía, contrasta con la tentación que esboza Calvino de culminarlas en una nueva trilogía. Si la exigencia diferenciadora que pretende con «La taberna» es de orden verbal, lingüístico, estilístico, en definitiva; la tercera fábula que nos propone es absolutamente tentadora. Se trataría de, una variante en la que diversas personas sobrevivientes de una misteriosa catástrofe, enmudecen y coinciden en un motel que les sirve de refugio. Los


EDICIÓN INGLESA

sustitutivos del tarot, en este caso, consistirían en tiras de comics, a través de los cuales se construirían las confesiones de los personajes. De esta manera a la antología de metáforas narrativas de I miei antenati, podría haber sucedido otra trilogía con esta evidencia preferente de la comunicación como aglutinante.
       Calvino ha sido un escritor participativo en el debate de los grandes temas que se han planteado los intelectuales italianos. Sus opiniones se han seguido desde rigurosas tribunas: su militancia comunista, la Editorial Einaudi, L'Unitá, la revista Il Menabò; y el suyo, como escritor, ha sido un compromiso real con el tiempo que le tocó vivir. Pullini habla de “compromiso moral”. De modo que esta sugerencia global de El castillo de los destinos cruzados, insiste en una metáfora que desde lo lúdico, apunta a la incomunicación fatal del ser humano, y a su lucha por romper esa maldición que nos pesa.
       Todos venimos de atravesar un bosque lleno de peligros y de ofrecimientos. Y en él hemos vivido escenas atroces que nos han cortado el habla. Ahora, juntos, queremos intercambiarnos esas historias: en los clubes solitarios con vasos de cristal y bebidas extrañas o en ese otro castillo en el que han dado en coincidir nuestras vidas.

       Las propuestas de Italo Calvino suelen ser abiertas, y es el lector el que extrae el componen-te simbólico que le cautiva de sus metáforas. En ese sentido, tal vez tenga razón Antoine Ottavi cuando en su La literatura italiana contempo-ránea (Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México, 1983) aparte de destacar la calidad de su lenguaje, habla de “una orientación ideológica general que lo emparienta con los intelectuales del Siglo de las Luces”. Lo que se acentuaría aquí más por lo pictográfico de sus relatos y el tono mantenido en el que flota una lectura crítica de las pasiones del cuerpo social. Su culturalismo mantiene conexiones con la tradición heredada que adquiere un papel primordial como componente del trasfondo histórico en el que se generan sus cuentos. Un iluminismo, no obstante más cercano a lo romántico, que al esquemático formalismo del siglo ilustrado.
       Resultan inquietantes estos libros; difíciles de encasillar, amplios de propósitos, deleitosos de lectura. Incluso con las difusas conexiones y con los hermetismos que acabaron por agotar a su propio artífice. Desde «La taberna», en fin, no deja de inquietarnos el tono amargo y premonitorio de Calvino, que hace manifiesta su visión pesimista del mundo y la dura reflexión sobre la incomunicación mayor de las generaciones: esos colectivos que se enfrentan en el devenir de la historia y que se suceden acusándose mutuamente de la infelicidad del vivir. La oscura razón que nos mueve, el sinsentido que nos condena a la desesperanza, la imposibilidad de clarificar las duras interrogantes que nos asedian como seres humanos, son otras variantes que producen el estupor de las reflexiones finales.


ARQUITECTURA FANTÁSTICA (BIBIENA)

       El clima de radical desconfianza, de cansancio fatal, se corona con las palabras de cierre, puestas en boca de un posible Macbeth: “Estoy cansado de que el sol siga en el cielo, no veo la hora de que se desbarate la sintaxis del Mundo, de que se mezclen las cartas del juego, los fragmentos de espejo del desastre”.

JOSÉ LUPIÁÑEZ
EL PERIÓDICO DEL GUADALETE
Suplemento AZUL, nº 64
Jerez de la Frontera, 10 febrero 1990





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