PÓRTICO |
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Cantan dulces baladas con los labios pintados, tienen los corazones rotos por el amor, llevan gemas sombrías en sus dedos tan pálidos y en sus frentes que un astro porque sí decoró. En las noches siniestras beben su bebedizo y pasean su amenaza con amargo desdén, y ahora cantan sombríos lo fatal de su hechizo, y ahora viven si mueren con eterno vaivén. Van lanzando sus quejas con un triste derroche, con las caras marcadas por la náusea sin par, y te escupen, te besan, te acarician de noche, y la fiesta es la noche que no puede parar. Hoy se sienten perdidos y dolientes y altivos, hoy parece que esconden de esa duda algo más, van y vienen errantes y otrosí fugitivos, hoy perdieron el rumbo de la dicha quizás. Y es por eso que agitan su mayor desconsuelo, por el largo desvelo que no causa rubor, y por eso van torpes con las copas de hielo, que vivir es acaso este escaso temblor. Y sus frentes, miradlas, nada piensan ni sienten; y sus labios, fijaos, qué maligno candor, cantan pálidas gemas con palabras que mienten que a la noche de olvido lanzarán sin temor. NOCTURNOS En las noches lascivas, amables, suntuosas, nos miran desde el lecho vibrantes, decididas, desde el lecho que ha sido la góndola azarosa donde el amor dejaba sus rosas escondidas. En las noches lascivas nos miran insistentes, y sus brazos reclaman más dulzura y más brío, y sus brazos nos rondan, nos prenden de repente con la lenta amenaza de un mejor desafío. Mientras las amas, miras esa oscura recámara: los autos bordan móviles encajes luminosos; ellas jadean sin tregua, de brillo acribilladas y tú esperas tan sólo sus dorados sollozos. Al fin con queja muerden tus hombros y con lágrimas, y derraman sus cuerpos de nuevo entre tus brazos, y tú las acaricias, pasas algunas páginas, y la historia se acaba durmiendo en sus regazos. PERFIL La imposible belleza de ese perfil me tienta, las luces de la noche dando brillo a sus ojos, la hermosura y el vértigo, la espiral que me acerca los labios deseosos y el amor y su niebla. Ojos desconocidos que tanto me conocen; labios que besarán los labios de la dicha: distancia que no empuja, que conduele o desvive al pecho que se altera junto a un pecho que vibra. La noche nos embriaga de su antiguo perfume, y un perfil, ese enigma, convida a su lisonja; la caricia es de pronto quemazón, nube, lumbre y es su piel esa noche lasciva y peligrosa. Qué sueño, qué sonrisa, qué misterio, qué mano roza mi frente ahora sin saber lo que piensa, hoy que la noche es bosque de súbito y de sombra y un perfil imposible de belleza me tienta. FLORINDA Yo noté que apretabas, Florinda, mi cintura, que tus manos me hacían resbalar hasta el cielo, que tu poma dulcísima me estallaba en los labios y tus brazos me alzaban para siempre al seol. Yo noté que rondaba tu manzana redonda, que mordía la pulpa cada vez más sediento, que los dientes dejaban su mejor tintineo... Me sangrabas con perlas, con anillos y ajorcas, tu pulsera, el diamante, me rasgó ¿lo recuerdas? Pero yo penetraba -¡la humedad!-, penetraba, zahiriendo tu oreja o el zarcillo dorado. Te encajaste rotunda, decidida, perfecta, dimos vueltas al mundo y entornabas los ojos, era un gozo sentirse caballero a tu costa y marcar en tu espalda el mejor tatuaje. Era la dicha entonces navegar a tu suerte, y apretar tu cadera que es la luna redonda. Te encajaste rotunda, decidida, ¿lo dije?, éramos invencibles, intangibles, eternos. Pero yo penetraba furibundo en tu gema, la que tanto se enciende, la que más centellea, ese párpado cálido, esa rosa cruel, y fue entonces que al filo de su pétalo insomne llegó extraña la plata de la dicha, Florinda. Lo que fue, con la pluma que felices nos hizo, queda escrito, mi vida, que por vos sigue inquieta. PAISAJE Brillan crestas de luz en el mar de la noche y un desvelo de sombras de olas ondulantes; brillan olas oscuras, altísimas, adversas en la nada infinita que nos muestra su filo. Bajo este mar antiguo laten dos corazones. Nada existe, ni el aire, sino brillos y ritmos; no existen los insectos, ni siquiera el perfume sino brillos y ritmos; ojos que no se miran.
Este sol va dorando lentamente mi alcoba, que es un raro navío que ha perdido su rumbo; de tristeza se duelen abatidos velámenes porque la brisa esconde su ráfaga inocente. Esta tarde se incendia lentamente mi alcoba con los últimos dardos de algún sol que consigue alejar más errantes por el cielo mis sueños. Ya no existe horizonte, ni los puertos esperan la barcaza lentísima de mi vida sin brillo. Han de ser para otros esas cajas de música, esas voces, la dicha, el amor, las tabernas, que ahora sólo me ocupa esta inerte añagaza, y perderse declaran mis divisas sin tregua. Otro tiempo, otros versos, otro azul, otras manos me ha negado el presente y el futuro me niega, soy ajeno y mis labios ya olvidaron su lumbre: Esta tarde no es cierto que estoy vivo en el mundo. CUERNO DE ORO Pasar las cuentas del gomboloy, y recordar amores desvaídos de antaño, como Swann al final de sus días. Pasar, una a una, las cuentas del gomboloy mientras algún barquero nos lleva por el Cuerno de Oro, y las gaviotas nos picotean los hombros. Pasar las cuentas del gomboloy entre las cúpulas y los minaretes saludando a esos viejos que fuman su narghile y beben raki en los cafetines del puerto. Pasar lentamente las cuentas del gomboloy, mientras el barquero nos lleva hacia Ürgüp Çamii en el día del Nenrhut, y descalzarnos luego en la mezquita, al atardecer, para verla repleta de pequeños príncipes plateados. O pasar las cuentas del gomboloy, esas finas cuentas de ámbar, mientras se espera el tránsito que sabemos al mirar a un barquero sin rostro que ya atraviesa irremisible las azulencas aguas del Río del Olvido.
Llevo en mi corazón el vocerío de las antiguas calles de Fez. Fez, que si mis labios te pronuncian siento en el corazón la algarabía, aquel júbilo de antiguas lenguas... Fez, eres como el siseo de la serpiente, más que un cuchillo corta tu nombre. Ciudad o cofre dorado del deseo, ciudad o chasquido o daga, trae hasta la memoria los días en que tuviste entre tus brazos o entre tus sierpes, al errante, que ahora te nombra desde lejos. SHARAYA Sus ojos ven la vanidad del mundo desde la orilla blanca del camino. Ven pasar y cansarse a los hombres y ven pasar los días y el amor y las nubes. Mientras, el sol, la lluvia, la razón, la serpiente, van marchitando juntos a esa sombra que mira. Sus cabellos cuajados de infinitos insectos y sus manos formando la figura geométrica son el vago recuerdo de un linaje escogido. Tiene el sabor del tránsito en sus labios perdidos. No está ausente: respira, sueña absorto en la amarga terquedad de los astros. M. LOWRY Oigo ese oscuro ruido del mundo, ese ruido repentino de los que viven y se agitan en la áspera tarde como quizás en mí la pesadumbre. Todo ruido, torva música para esta hora del atardecer en la que tantos deseos se han extinguido, y ni siquiera un poco más de alcohol en la fría taberna podrá encender las débiles lucecillas de la promesa. ECO EN AGMAT Qué será de mis campos de jade, de mis fieles paraísos enaltecidos por el rumor de las corrientes y el sonido de las blancas fontanas, qué será de mis campos al sol, de mis campos solares, de mis espigas áuricas que se cimbreaban al atardecer, de las débiles combas en la lejanía. Qué será de mis sendas, de mis huertos ocultos, de mis racimos dulces y copiosos. Qué será de mis amplios palacios, de mis altas terrazas... Qué de mis auroras y ponientes, de mis paisajes de prohibida aureola, aquéllos donde aún se reclina mi memoria. Qué será de mis frágiles danzarinas, de las amantes de mis noches, de la música hasta el amanecer. Qué será de mis arcas doradas, rebosantes de dinares y de gemas como rebosa el negro de los cielos de puntos luminosos. Qué será de mis largas veladas, de mi alfanje que ha sesgado las vidas de los príncipes y de los favoritos; qué será de las tiendas de caza, de mi alazán, brioso como el deseo de un corazón que ama. Qué de mis aves, que llevaron el júbilo en sus picos y avivaron el mundo con victorias. Qué de mis sueños pacíficos, de mis torres girantes, de mis diademas en el aire. Qué será de mis héroes, los que elevaron alto la medialuna de mi nombre. Qué será de los ríos caudalosos que cruzaban mis reinos, y de mis altozanos, y de mis llanuras, y de cuantos descienden de mi sangre. Qué habrá de ser de este espíritu en sombras si el Destino varía lo fiel de su balanza y la suerte abandona mis dominios. Los pájaros de la duda revolotean sobre mi cabeza ahora que el Poderoso me prueba en su crisol, y siento que mi vida se extingue entre las llamas como una simple brizna. Lloradme todos, los que aún recordáis y los que me olvidasteis, lloradme todos, llorad a quien ya es sombra fundida con las sombras. (subir) |